SUBE
(Sin Una Bucólica Esperanza)
Con los ojos incrustados en el pasamos, el estudiante le bosteza al grito de dale el asiento a la señora, chabòn a un falso bello durmiente.
Un corazòn desangelado agradece y se sienta acurrucado a la ventanilla. Una manito tira besos de pintor amarillo desde la alfombra de baldosas teñidas de gris.
Un frenazo sobre el semàforo titila rojo desde la esquina de la escuela. Las maestras gritan en teoremas, en inglès y aguinaldos atrasados.
El chofer mastica rabia en colores, en boletos secundarios, en monedas falsas que se desparraman entre zapatillas y polvillo viejo.
La chica de la minifalda rosa saca la SUBE de su escote XXL. Hasta el cementerio. Dos pesos y media docena de calas.
Otro frenazo. El chofer baja al kiosco del coreano para buscar cigarrillos y pastillas de menta. La verdulera saluda al chofer con dos manzanas verdes. El bocinazo agradeciendo y los pasajeros chiflando que se apure. El bondi arranca. Veinte segundos de atraso. Y de almuerzo, otra sanciòn desesperada.
La iglesia se pega en las ventanillas sucias como un sticker, y por la puerta de atràs, se suben un àngel y tres adolescentes tatuados de ositos panda. Sus celulares son parlantes para anestesiar el viaje. Reggae y cumbia villera.
Parada en el registro civil y lluvia de arroz con leche a la fidelidad de cartulina. Para la foto. ¡Que buena estas nena!. ¡Mejor casate conmigo!, le grita el del tatuaje de Winie the Poo desde la ventanilla entreabierta, a la piba del vestido blanco que le sopla un beso destartalado.
La viejita se reclina del asiento, se refriega una làgrima y un que sean felices que coman perdices. Toca timbre una y otra vez y baja apurada con su bastòn. Los motochorros que custodiaban al micro, la acompañan hasta la esquina, ofreciendole fresias amarillas por el dia de la primavera.
Sube el vendedor de pañuelos descartables. Imprescindibles para los nudos en la garganta de los enamorados y los mocos de los chicos.
El chofer y la chica de la mini agotan el stock cuando termina el tema “Me muero si te vas, me muero si te quedàs” que salìa a borbotones de los celulares y salpicaba los oidos làguidos de los pasajeros.
Los piqueteros se cuelgan del bondi y no sacan boleto. La gente aulla gomas quemadas.
La barrera baja desmembrada. Una tarjeta SUBE desmagnetizada.
El tren que no pasa. Que si pasa. Y el taxista haciendo seña de luces. Lengua de señas. Señal que no frena...
Los piqueteros cortan las vìas. El chofer cortando clavos. Los pasajeros arrodillados rezan un padrenuestro. El silbato del tren con la luna trepada al techo, retumba en los oidos y en las almas enmohecidas.
Entonces, los diarios del dia después publican la foto del milagro.
De lo que no pasò y podrìa haber pasado. De que la vida a veces, vale la carga de una SUBE. Y no sabès si bajás. Volàs. Reptàs. No sabès si llegàs ò volves.
Que parezca un accidente… total…
(Sin Una Bucólica Esperanza)
Con los ojos incrustados en el pasamos, el estudiante le bosteza al grito de dale el asiento a la señora, chabòn a un falso bello durmiente.
Un corazòn desangelado agradece y se sienta acurrucado a la ventanilla. Una manito tira besos de pintor amarillo desde la alfombra de baldosas teñidas de gris.
Un frenazo sobre el semàforo titila rojo desde la esquina de la escuela. Las maestras gritan en teoremas, en inglès y aguinaldos atrasados.
El chofer mastica rabia en colores, en boletos secundarios, en monedas falsas que se desparraman entre zapatillas y polvillo viejo.
La chica de la minifalda rosa saca la SUBE de su escote XXL. Hasta el cementerio. Dos pesos y media docena de calas.
Otro frenazo. El chofer baja al kiosco del coreano para buscar cigarrillos y pastillas de menta. La verdulera saluda al chofer con dos manzanas verdes. El bocinazo agradeciendo y los pasajeros chiflando que se apure. El bondi arranca. Veinte segundos de atraso. Y de almuerzo, otra sanciòn desesperada.
La iglesia se pega en las ventanillas sucias como un sticker, y por la puerta de atràs, se suben un àngel y tres adolescentes tatuados de ositos panda. Sus celulares son parlantes para anestesiar el viaje. Reggae y cumbia villera.
Parada en el registro civil y lluvia de arroz con leche a la fidelidad de cartulina. Para la foto. ¡Que buena estas nena!. ¡Mejor casate conmigo!, le grita el del tatuaje de Winie the Poo desde la ventanilla entreabierta, a la piba del vestido blanco que le sopla un beso destartalado.
La viejita se reclina del asiento, se refriega una làgrima y un que sean felices que coman perdices. Toca timbre una y otra vez y baja apurada con su bastòn. Los motochorros que custodiaban al micro, la acompañan hasta la esquina, ofreciendole fresias amarillas por el dia de la primavera.
Sube el vendedor de pañuelos descartables. Imprescindibles para los nudos en la garganta de los enamorados y los mocos de los chicos.
El chofer y la chica de la mini agotan el stock cuando termina el tema “Me muero si te vas, me muero si te quedàs” que salìa a borbotones de los celulares y salpicaba los oidos làguidos de los pasajeros.
Los piqueteros se cuelgan del bondi y no sacan boleto. La gente aulla gomas quemadas.
La barrera baja desmembrada. Una tarjeta SUBE desmagnetizada.
El tren que no pasa. Que si pasa. Y el taxista haciendo seña de luces. Lengua de señas. Señal que no frena...
Los piqueteros cortan las vìas. El chofer cortando clavos. Los pasajeros arrodillados rezan un padrenuestro. El silbato del tren con la luna trepada al techo, retumba en los oidos y en las almas enmohecidas.
Entonces, los diarios del dia después publican la foto del milagro.
De lo que no pasò y podrìa haber pasado. De que la vida a veces, vale la carga de una SUBE. Y no sabès si bajás. Volàs. Reptàs. No sabès si llegàs ò volves.
Que parezca un accidente… total…
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