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jueves, 8 de septiembre de 2016

ELLA Y MI TETA
Ella, iluminandomé con su brillo inocente, me estremecía. La mirada celeste de Paulita, me daba todas las respuestas.

La succión de un pezón que sacia el hambre y abriga el corazón es un acto de amor indescriptible. Amor que nació del deseo de maternar y alimentar a mis hij@s dónde sea: no había lugar prohibido para el hambre.
Como les pasa a tantísimas madres cuando amamantan a sus bebés, a la hora que lo necesitan, hay un pecho dispuesto a sus reclamos. Y sobreviene la calma con el pezón dentro de la boca hambrienta. Y sobreviene la calma en la mirada de la madre.

Las miradas furtivas, impiadosas, se atreven a sojuzgar. Violentan y coaccionan el acto íntimo de amamantar. Prohíben descaradamente, el hecho fundante de ternura comunicacional para la supervivencia del cachorro humano: El primer contacto extrauterino con la piel que lo cobija para que no muera de hambre ni de tristeza.  
La teta desnuda también sabe de placeres maternales, y se la ¿confunde? con “provocaciones”, de mujeres semidesnudas, exhibiendo sexo a quienes funden su mirada en el prejuicio.

Saben, aunque dicen ignorar, que el cuerpo de las  mujer ES soberanía alimentaria. Por eso jode la decisión de tamaña libertad, en los tiempos que nos toca transitar. Ni vamos a marchar derechitas, por orden de las  derechas, ni vamos a renunciar a los derechos que adquirimos, porque no estamos torcidas: Estamos erguidas, en pié de lucha y de pié frente a las violencias aggioradas, por los violentadores de turno.
El cuerpo de las mujeres ES soberano sobre cualquier decisión que tome la dueña sobre sí misma.