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domingo, 14 de abril de 2013

SANTO PECADO, biografía de un desamor fantasma.


"...Cuando mi error y tu vileza veo, contemplo, Silvio, de mi amor errado, cuán grave es la malicia del pecado, cuán violenta la fuerza de un deseo..."
(Sor Juana De La Cruz)


El no se animaba. Ella tenìa ganas. Apoyò su cabeza sobre el hombro y se enganchaba el cabello de él, entre sus dedos temblorosos. Le susurraba que no lo querìa. Que no lo amaba. Pero que lo deseaba. El también la deseaba, la soñaba, y le contaba que la buscaba entre la gente, entre las caras frìas enrolladas de bufanda. Pero los fantasmas grises revoloteaban sobre los dos. Hasta que ella le pidiò que cierre los ojos. Le robó el anillo de oro por un rato. Le estampó un beso de miel y culpa en la boca y se atragantó con su lengua y su licor de saliva dulce. El, a nada dijo que no.
Y tanto jadearon calor y escalofríos, que empañaron el ventanal donde se escarchaba el café con leche de la viejita ciega que merendaba con su nietita.
El chico de la parejita de la mesa cuatro, dibujó un corazón partido sobre el vidrio marmolado.
Y la chica de anteojos que conversaba en alemàn con sus amigos dijo: ¡Mein Gott!
Ella y él salieron corriendo al kiosco de lado. Ella pidiò una hoja. El le repitiò que no me quieras. No te preocupes, no te quiero.
La chica pegó allí el beso, los jadeos y los notequieroperotedeseo. Tres copias de cada una. Mejor siete, una para cada día de la semana. Hasta verse la próxima vez dentro de varios meses. Para repetirse que no pueden amarse hasta la estratósfera. Para besarse sin comprometerse hasta el obelisco. Hasta que se congele de nuevo el café con leche con dos sobrecitos de culpa descafeinada…

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