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sábado, 23 de enero de 2010

Ultimo triciclo a lo de la abuela Mica (Final de cuento)
A medida que bajaba el sol, la sombra de Ana Paula se alargaba sobre las paredes. Se convertía en distintas figuras como si fueran sombras chinescas.
Mientras caminaba, daba pequeños saltitos como una nena chiquitita: Una sombra, con silueta de guardapolvo, le hacía seña al colectivo; otra, tenía ropa de gimnasia y jugaba voley (típica clase de colegio secundario). Había una sombra, en que la sombra de Ana Paula saltaba la soga en el patio de la escuela: uno, dos, tres, yo no te agarro si vos te caés…
Otra, iba de la mano de la abuela Micaela, a hacer los mandados…
Ana Paula empezó a inquietarse porque la noche la atrapó por el boscoso  y oscuro camino Rivadavia. Contaban los viejos vecinos, que en ese lugar había aparecidos que pedían auxilio para volver de la muerte y hombres lobo aullando. Ella alguna vez los escuchó. Y cuando pasaba, se metía corriendo en la cama de la abuela Mica y le pedía que le cuente otra vez el mismo cuento de los due fratelli pazzi (los dos hermanos locos, un invento gracioso y  certero de la abuela, para que su nieta se durmiera tranquila).
Tomó aire y caminó ligero. No hubo más que ruidos de chicharras y el zumbido caliente de la destilería, con los primeros obreros que iban llegando al amanecer.
Compró tortitas negras en la panadería La Orquídea y siguió. Siguió. Veredas rotas, baldosas flojas, asfalto nuevo, la cancha de Defensores de Cambaceres... Ana Paula dió vuelta la esquina y no pudo esquivar a la nena que venía en su triciclo rojo. Cayeron al suelo las dos. La pollera de Ana Paula ya era una colección de puntitos de agua barrosa y la nena lloriqueó porque su muñeca cayó a la zanja. Se miraron a los ojos por un instante, como reconociéndose de vidas anteriores. De alegrías pasadas, de tristezas compartidas. Y se sonrieron fundidas en un abrazo largo, esperado desde hacía más de cuarenta años…
-¿Vamos a tomar la leche a lo de la abuela Mica?-, le preguntó la rubiecita del triciclo a Ana Paula, como si nada hubiera pasado, aunque todo era presente.
- Parate atrás y te llevo. Pero teneme la muñeca, por si tengo que tocar bocina. Los gatos se cruzan a cada rato. ¿Vos, tenés gatitos?...-

2 comentarios:

  1. ME RE GUSTÓ EL CUENTO. YO TAMBIEN TENÍA MIEDO DE NOCHE CUANDO IBA CON EL MICRO 307 POR EL CAMINO RIVADAVIA PARA CASA...ME PARECÍA ESCUCHAR AULLIDOS. ¡QUE LOCO!
    Marcelo C:

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  2. Gracias Silvana por visitarme y seguirme... Tu Blog me trae lindos recuerdos... Desde Brasil te dejo un beso.

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