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martes, 4 de junio de 2013

LAS GRANDES AUSENCIAS DE MI VIDA PARTE I: DE CUANDO ERA CHIQUITA


(Ensenada, circa 1968)

No se porque cornos, pero nunca tuve faltas de ortografía. Y eso, hoy a mis cuarenta y nueve marzos, me pesa. Y mucho.
La Nelly, mi santa madre, me enseño a leer a los tres años. Algo había que hacer con una hija única (momentánea), de madre única.
Y ahí empecé a gestar mi primer carencia/ausencia. Porque todavía los dientitos de leche no se me habían caído, (segunda gran ausencia, si las hay). Duelo odontológico de la etapa oral.

Y dale que te dale la Nelly, con las Patorizito, Anteojito, Petete y Trapito, todo así en diminutivo. Y, como habíamus kiosco también leía: Alfajor: Jor-gi-to. Ba-na-ni-ta: Do-lca. Nutri-super Hijitus. Galletitas: Mai-ce-nitas…
Lo que tiene palabras, se nombra porque existe decía la madre que me parió, y Foucault, por si acaso… Y nunca la Nelly me permitió tener faltas de ortografía. Es mas, yo sabía de antemano como se escribía cada palabra, conocida ó desconocida. O, sea: ¿me coaccionó mi madre un derecho? ¿Me instaló un chip ENCARTA-ORTOGRAFIA?

Entonces, aprovechando la insentatez de mi vocabulario, intenté escribir canciones de protesta de niños con derechos a tener los mocos colgando y de Heidis y Pedros haciendose la rata en la escuelita de la montaña, para comprar chupetines con descuento para jubilados (por el "abuelito dime tu", ¿vió?)... O sea: ya venia pensando en eso hacer justicia acaramelada por mano propia...

Porque los niños, pecan de escribir con horrores y errores a montones y yo no: UFA. DERECHO A TENER FALTAS DE ORTOGRAFIA. ¿DERECHO VULNERADO?
Y si escribía, por ejemplo: “el baso se estreyó en el pizo”, estaba mintiendo porque yo sabía bien como se escribía correctamente. Me hacía la que no tenía faltas de ortografía, para pertenecer. Y pertenecer tiene sus privilegios. Y mentir, era igual a pecar, o sea: echa la lei echa la trampa…

Cilbana Veatris Trotah. (¿que raro suena, no?)
 

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