ELLA Y MI TETA
Ella,
iluminandomé con su brillo inocente, me estremecía. La mirada celeste de
Paulita, me daba todas las respuestas.
La succión
de un pezón que sacia el hambre y abriga el corazón es un acto de amor indescriptible.
Amor que nació del deseo de maternar y alimentar a mis hij@s dónde sea: no
había lugar prohibido para el hambre.
Como les
pasa a tantísimas madres cuando amamantan a sus bebés, a la hora que lo
necesitan, hay un pecho dispuesto a sus reclamos. Y sobreviene la calma con el
pezón dentro de la boca hambrienta. Y sobreviene la calma en la mirada de la
madre.
Las miradas
furtivas, impiadosas, se atreven a sojuzgar. Violentan y coaccionan el acto
íntimo de amamantar. Prohíben descaradamente, el hecho fundante de ternura
comunicacional para la supervivencia del cachorro humano: El primer contacto
extrauterino con la piel que lo cobija para que no muera de hambre ni de
tristeza.
La teta
desnuda también sabe de placeres maternales, y se la ¿confunde? con
“provocaciones”, de mujeres semidesnudas, exhibiendo sexo a quienes funden su
mirada en el prejuicio.
Saben,
aunque dicen ignorar, que el cuerpo de las mujer ES soberanía alimentaria. Por eso jode
la decisión de tamaña libertad, en los tiempos que nos toca transitar. Ni vamos
a marchar derechitas, por orden de las derechas, ni vamos a renunciar a los derechos
que adquirimos, porque no estamos torcidas: Estamos erguidas, en pié de lucha y
de pié frente a las violencias aggioradas, por los violentadores de turno.
El cuerpo de
las mujeres ES soberano sobre cualquier decisión que tome la dueña sobre sí
misma.